El parque del ajedrez y el temblor
Aquel 19 de Septiembre de 2017, estábamos en el salón de clases esperando que llegara el profesor de la clase de las 12:00 en el cuarto piso del Edificio Multi Aulas (EMA) del Complejo Cultural Universitario (CCU) cuando, aproximadamente, a las 12:15, a una compañera le llegó la notificación de un mensaje donde el maestro avisaba que no iba a poder llegar.
Todos tomaron sus cosas y empezaron a salir del salón poco a poco. Unos se estaban poniendo de acuerdo para ir a tomar algo, otros se despedían para llegar pronto a su casa a descansar y algunos más se encontraban indecisos al no saber qué hacer, pues tenían sus planes programados para las 14:00 horas, que era cuando la clase acabaría. Yo, en cambio, que era nuevo en la ciudad y el CCU me tenía maravillado con sus áreas, convencí a dos amigos a ir a comprar algo a la cafetería del Parque del Ajedrez. Descendimos del piso en el que nos encontrábamos, nos despedimos de nuestros amigos y tomamos curso con dirección a aquél parque.
Mientras caminábamos, Renato y yo veníamos considerando la oportunidad de jugar una partida de ajedrez, pues otro compañero había "puesto de moda" el juego en el salón, y Oscar mencionaba que él compraría un refrigerio en lo que nosotros jugábamos.
El camino fue corto, pues entre distintas mini-charlas que teníamos nos distrajimos de nuestro andar, pero todo apuntaba a que el día estaría soleado, tranquilo, sin probabilidades de lluvia y que aproximadamente a las 14:00 nos iríamos a casa.
Llegamos a la entrada y sentí esa sensación de alegría al pensar que compartiría un agradable momento con dos nuevos amigos que estaba haciendo en la universidad, nueva etapa en nuestras vidas. En lo que mis compañeros se acomodaban en una palapa, yo corrí a pedir prestado un tablero de ajedrez y sus fichas.
Eran aproximadamente las 12:40 horas cuando ya habíamos terminado de jugar la primera partida de ajedrez y por algún extraño motivo Oscar aún no salía de la cafetería.
Transcurrió el tiempo y Renato y yo estábamos muy entrados en el juego que no nos percatamos de que Oscar aún no se aparecía y que ya eran las 13:14 horas. 40 segundos más tarde, sentí una vibración en la banca en la que estaba sentado, la mesa y en las fichas. Al principio pensé que estaba mareado y para tranquilizarme miré hacia enfrente. Cuál fue mi sorpresa cuando vi que Renato también volteó hacia enfrente con una mirada extrañada. Nos miramos a los ojos un par de segundos y al mismo tiempo exclamamos: "Está temblando". Dicho lo anterior, nos levantamos inmediatamente de la mesa y caminamos hacia una explanada que a un costado se ubica, pero al dar los primeros dos pasos el temblor tomó una mayor intensidad que hizo que una estructura de metal, por debajo de la cual iba a pasar Renato, se agitara bruscamente. Le grité a mi compañero para que se apartara de ahí y tomara otra dirección a la explanada, donde en menos de 3 segundos ya estaba toda la gente que se encontraba ahí. Por fin apareció Oscar (al cuál aún no le daban la hamburguesa que había pedido) y toda la gente, pese al temblor, se encontraba tranquila.
Ya en una posición de mayor seguridad y pese alas miradas que me lanzaban con cara de rareza, me tiré en el suelo para sentir las vibraciones que el temblor ocasionaba, y debo mencionar que fue una sensación única.
Pasó el temblor que, según el cronómetro de Oscar, duró aproximadamente 2 minutos, y todos intentamos llamar a nuestras casas, pero la red estaba saturada. Los oficiales DASU nos hicieron la recomendación de tomar nuestras cosas e ir con nuestras familias, por lo que de manera breve, agarramos nuestras mochilas y abandonamos el parque, aquel que me ofreció la oportunidad de sentir como se expresa la tierra.
Todos tomaron sus cosas y empezaron a salir del salón poco a poco. Unos se estaban poniendo de acuerdo para ir a tomar algo, otros se despedían para llegar pronto a su casa a descansar y algunos más se encontraban indecisos al no saber qué hacer, pues tenían sus planes programados para las 14:00 horas, que era cuando la clase acabaría. Yo, en cambio, que era nuevo en la ciudad y el CCU me tenía maravillado con sus áreas, convencí a dos amigos a ir a comprar algo a la cafetería del Parque del Ajedrez. Descendimos del piso en el que nos encontrábamos, nos despedimos de nuestros amigos y tomamos curso con dirección a aquél parque.
Mientras caminábamos, Renato y yo veníamos considerando la oportunidad de jugar una partida de ajedrez, pues otro compañero había "puesto de moda" el juego en el salón, y Oscar mencionaba que él compraría un refrigerio en lo que nosotros jugábamos.
El camino fue corto, pues entre distintas mini-charlas que teníamos nos distrajimos de nuestro andar, pero todo apuntaba a que el día estaría soleado, tranquilo, sin probabilidades de lluvia y que aproximadamente a las 14:00 nos iríamos a casa.
Llegamos a la entrada y sentí esa sensación de alegría al pensar que compartiría un agradable momento con dos nuevos amigos que estaba haciendo en la universidad, nueva etapa en nuestras vidas. En lo que mis compañeros se acomodaban en una palapa, yo corrí a pedir prestado un tablero de ajedrez y sus fichas.
Eran aproximadamente las 12:40 horas cuando ya habíamos terminado de jugar la primera partida de ajedrez y por algún extraño motivo Oscar aún no salía de la cafetería.
Transcurrió el tiempo y Renato y yo estábamos muy entrados en el juego que no nos percatamos de que Oscar aún no se aparecía y que ya eran las 13:14 horas. 40 segundos más tarde, sentí una vibración en la banca en la que estaba sentado, la mesa y en las fichas. Al principio pensé que estaba mareado y para tranquilizarme miré hacia enfrente. Cuál fue mi sorpresa cuando vi que Renato también volteó hacia enfrente con una mirada extrañada. Nos miramos a los ojos un par de segundos y al mismo tiempo exclamamos: "Está temblando". Dicho lo anterior, nos levantamos inmediatamente de la mesa y caminamos hacia una explanada que a un costado se ubica, pero al dar los primeros dos pasos el temblor tomó una mayor intensidad que hizo que una estructura de metal, por debajo de la cual iba a pasar Renato, se agitara bruscamente. Le grité a mi compañero para que se apartara de ahí y tomara otra dirección a la explanada, donde en menos de 3 segundos ya estaba toda la gente que se encontraba ahí. Por fin apareció Oscar (al cuál aún no le daban la hamburguesa que había pedido) y toda la gente, pese al temblor, se encontraba tranquila.
Ya en una posición de mayor seguridad y pese alas miradas que me lanzaban con cara de rareza, me tiré en el suelo para sentir las vibraciones que el temblor ocasionaba, y debo mencionar que fue una sensación única.
Pasó el temblor que, según el cronómetro de Oscar, duró aproximadamente 2 minutos, y todos intentamos llamar a nuestras casas, pero la red estaba saturada. Los oficiales DASU nos hicieron la recomendación de tomar nuestras cosas e ir con nuestras familias, por lo que de manera breve, agarramos nuestras mochilas y abandonamos el parque, aquel que me ofreció la oportunidad de sentir como se expresa la tierra.
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